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Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. (Prov. 23:7)


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MENSAJES SUD

             

(20) LA PARTE MÁS IMPORTANTE

09 de diciembre de 2012


     Uno de los desafíos de las madres durante la reunión sacramental es mantener a sus pequeños quietos, tratando de que permanezcan silenciosos y presten atención, hasta donde les sea posible, al desarrollo de la reunión.

     Recientemente participé de una reunión sacramental sentado en la última hilera de bancos del salón. A mi lado, una madre dedicada había optado por seguir a los discursantes mientras cuidaba de su hijita que tendría unos cuatro años de edad. Para ayudar a la reverencia había llevado consigo un ejemplar del Libro de obras de arte del Evangelio, el cual la pequeña estaba ojeando ávidamente página por página, a una velocidad tal vez demasiado alta para el gusto de su madre.

     En determinado momento la niña detuvo su carrera en la lámina que muestra al joven José escapando de las insinuaciones de la esposa de Potifar. Fue en ese momento que la mamá de la pequeña interrumpió su precaria concentración en el discursante y susurró a la niña: “Oh, ése es José. Luego te contaré su historia...”. No pude evitar oír su comentario y me pregunté cómo explicaría a una criatura de escasos cuatro años el significado profundo del ejemplo de José.

     La respuesta no se hizo esperar pues luego agregó estas palabras finales: “José se escapó de esa mujer porque ella quería que él tuviera más de una esposa”.

     Aquel episodio me hizo reflexionar sobre la importancia de la enseñanza de los principios del evangelio a los niños. Aquella inspirada madre tuvo la habilidad de introducir a la niña en el concepto de la virtud de una manera apropiada a su entendimiento. No existe una edad para comenzar la educación de los hijos. Es sólo cuestión de hallar cómo hacerlo.

     Un matrimonio amigo dedicaba tiempo a escuchar música clásica durante la gestación de su bebé con la esperanza de que en el futuro su vástago cultivara amor por esa clase de música. Otra madre que conocí leía las Escrituras, con voz apacible, al lado de la cuna donde su bebé descansaba, convencida en que ello le influenciaría para bien en su formación espiritual. Estos ejemplos pueden parecer exagerados. Sin embargo, muestran que la preocupación por el bienestar espiritual de los hijos no tiene límites para padres comprometidos con el Evangelio.

     Desde sus tiernos años de desarrollo, el niño absorbe todo lo que percibe y debe ser guiado en su aprendizaje. “Instruye al niño en su camino; y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él.”1 Esta no es una simple frase. Es una declaración de fe. Cada palabra apropiada, cada ejemplo sembrado, cada principio impartido adecuadamente y en el momento preciso, cada amonestación endulzada con lazos del amor, cada esfuerzo invertido en la preparación de nuestros hijos para una vida fructífera, es un acto de fe nacido de la esperanza de verles convertidos en mujeres virtuosas2 y en “ linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunc(ie) las virtudes de aquel que (n)os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”3.

     Este llamamiento de ser padres, el más noble de todos, que semeja al ministerio del Padre Celestial por nosotros Sus hijos espirituales, no puede ser descuidado ni manejado “sino conforme a los principios de la rectitud”4. Nuestros hijos pasan demasiado tiempo expuestos a la influencia de las obras de las tinieblas como para que lleguemos a ser negligentes al respecto. Por ejemplo, la tecnología moderna pone al alcance de nuestros hijos, sean niños o jóvenes, oportunidades diversas que pueden resultar beneficiosas o dañinas, según el uso que se les dé.

     Algunos estudios han revelado que existe una correlación directa entre los contenidos que se presentan en la televisión o los videojuegos y los valores que los niños asimilan. Algunas estadísticas muestran que los niños ven televisión entre 3 y 4 horas diarias, en tanto que pasan otras 3 horas dedicando tiempo a videojuegos o la Internet. Amén de resultar en un tiempo improductivo, la exposición a la violencia y degradación que dichos medios presentan, es avasalladora: ¡el número de actos violentos vistos en la TV al llegar a los 18 años alcanzaría la cifra de 200.000 y el número de asesinatos a 8.000!

     Otro aspecto que siempre ha sido motivo de preocupación para los padres responsables es el medio social en que se desenvuelven sus hijos. La influencia de las amistades en los años de formación es crítica. Podría parafrasearse un viejo adagio de esta manera: “Dime con quién andas y te diré en quién llegarás a transformarte”.

     Frente a este panorama inquietante disponemos de la amonestación del Señor dada hace ya más de 180 años:

“Y además, si hay padres que tengan hijos en Sión o en cualquiera de sus estacas organizadas, y no les enseñen a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres.

“Porque ésta será una ley para los habitantes de Sión, o en cualquiera de sus estacas que se hayan organizado.”5

     Como padres, ¿qué podemos hacer al respecto? He aquí algunas sugerencias:

  1. Dediquemos tiempo a conversar con nuestros hijos. Junto con el ejemplo que les demos, es la manera más directa y efectiva de transmitir valores y fortalecer los lazos de unión con ellos.
  2. Compenetrémonos en sus actividades, estando al tanto de lo que hacen y cuáles son sus necesidades, en un clima de respeto y confianza mutuos. Mostremos interés genuino por el uso que den a la tecnología a su alcance (TV, PC, redes sociales, videojuegos, etc.)
  3. Conozcamos sus amistades y los lugares que frecuentan. Interesémonos por lo que piensan y sienten sus amigos, por lo que aprenden en sus lugares de estudio, por la forma en que acostumbran a divertirse fuera del hogar.
  4. Organicemos actividades familiares. Busquemos la formar de prestar servicio en familia. De esa manera podremos pasar más tiempos juntos y contribuiremos a la formación de un carácter generoso en nuestros hijos.
  5. Enseñemos el valor del trabajo y la frugalidad. Démosles participación a nuestros hijos, en la medida que lo permita su entendimiento, en la planificación de los gastos del hogary exaltemos la autosuficiencia como medio para alcanzar la estabilidad económica de nuestra familia.
  6. Promovamos el refinamiento cultural en nuestro hogar. El lenguaje amable y libre de vulgaridades, la música edificante, la cortesía y la modestia, la buena lectura y el aprecio por la educación son algunos de los pilares de un vida familiar sana.
  7. Reservemos las noches de los lunes para tener nuestra Noche de Hogar. El presidente Thomas S Monson ha declarado: “Nadie puede permitirse desatender este programa inspirado que brinda crecimiento espiritual a cada miembro de la familia y le ayuda a resistir las tentaciones que hay por todas partes. Las lecciones que se aprenden en el hogar son las que perduran.”6
  8. Leamos juntos las Escrituras y cantemos los himnos de la Iglesia en nuestro hogar. Al leer las Escrituras procuremos aplicarlas “a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción”7 de forma que nuestra familia encuentre la forma práctica de vivir el evangelio diariamente.
  9. La oración familiar nos da la oportunidad de unir nuestros corazones en gratitud y amor hacia nuestro Padre Celestial comprendiendo el valor de Sus bendiciones y la obra de Sus manos. La oración familiar es, sin duda, la mejor manera de enseñar a nuestros hijos a comunicarse con Dios.
  10. Asistamos en familia a las reuniones de la Iglesia. El participar juntos de la Santa Cena y el aprovechamiento de las lecciones impartidas en las organizaciones auxiliares son una gran ayuda para los padres en su “responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud”8.

En definitiva, “hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes”9.

En una época de extrema confusión como la que estamos viviendo, donde la familia tradicional es blanco de ataques que buscan destruir su papel modelador del carácter, el sembrar y cultivar en el corazón de nuestros hijos la semilla de la palabras de vida es esencial e impostergable. Jesucristo nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”10. Él nos invita a “entra(r) por la puerta estrecha... y (el) angosto... camino que lleva a la vida... (la cual) pocos ... hallan”11.

Recordemos pues, las palabras del presidente Harold B. Lee: “La parte más importante de la obra del Señor que jamás realicéis será la obra que podáis efectuar dentro de los muros de vuestro propio hogar”12.

 

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1) Proverbios 22:6
2) Véase Proverbios 31:10-31
3) 1 Pedro 2:9
4) Doctrina y Convenios 121:36
5) Doctrina y Convenios 86:25-26
6) http://www.lds.org/topics/family-home-evening?lang=spa
7) 1 Nefi 19:23
8) La Familia: Una Proclamación para el Mundo
9) Ibid.
10) Juan 14:6
11) Mateo 7:13-14
12) Fortaleciendo el Hogar, folleto.