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Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. (Prov. 23:7)


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MENSAJES SUD

             

(26) EN LA ERA DE LA DESINFORMACIÓN (I)

19 de enero de 2013


     Vivimos en la era de la información. Impulsados por la globalización y los avances tecnológicos, la producción de información y su accesibilidad nunca han sido tan universales ni extendidos como en estos tiempos. El futuro se muestra aún más ilimitado en cuanto a ello, desde que los descubrimientos científicos y su aplicación al mundo de la informática no paran de crecer.

     También vivimos una notable era de la desinformación, pues a la par del crecimiento sostenido de Internet, las redes sociales y otros medios de difusión, la información falaz, distorsionada, maliciosa o disolvente también ha procurado un nicho influyente en ese mar de información que nos rodea. Su crecimiento incontrolado ha llegado a confundir de tal manera, que ha impregnado la cultura moderna de mentiras y verdades a medias, que difícilmente se disciernen y que se han tornado muy populares.

     Ejemplos abundan. Pongamos por caso el aborto. Hace poco más de cinco décadas atrás, la idea de cercenar la vida de un indefenso ser en el vientre de su propia madre era considerada mayoritariamente un acto inmoral, condenable y repugnante. Hoy la mayoría de las sociedades ha despenalizado al aborto; lo cual significa, en términos prácticos, que lo aceptan, promueven o admiten sin escrúpulos.

     Podrían mencionarse otros ejemplos de prácticas u conceptos socialmente aceptados hoy en día y que están en franca oposición con los valores morales profesados por las generaciones anteriores. Obviamente no todo cambio del pasado ha significado un retroceso en los valores ni puede afirmarse que las sociedades que nos precedieron hubiesen sido perfectas. Pero, a la luz de las Escrituras, muchos de esos cambios han sido contrarios al plan de Dios y a Su divina providencia.

     Es así que la desinformación es una de las formas comunes con las que el adversario, y quienes apoyan su obra, luchan en contra de la verdad. El propio Pablo lo destacó cuando en su segunda epístola a los corintios afirmó:

“Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se hace pasar por ángel de luz.

“Así que, no es extraño si también sus ministros se hacen pasar por ministros de rectitud, cuyo fin será conforme a sus obras.”1

     Quienes busquen vivir conforme a las palabras del Señor deben estar alertas ante este fenómeno, pues puede presentarse de formas muy sutiles; tan sutiles que las Escrituras mismas dicen que en los últimos días “muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”2, “ de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos”3. Esos profetas de la desinformación actúan hoy a la manera de Zeezromes modernos que son conducidos por “un plan sutilísimo, según la astucia del diablo, para mentir y engañar a(l) ...pueblo, a fin de incitarlo contra (lo que es bueno e) ... injuri(ar) y ech(ar) fuera”4 a quienes se mantienen fieles a los valores cristianos.

     Se ha dicho que una mentira repetida hasta el cansancio termina por parecer una verdad a los ojos de quienes la escuchan. A ello se agrega que la astucia con que se propala la desinformación incluye el vestirla de ropajes aceptables a los ojos de sus destinatarios.

     Volviendo al ejemplo anterior, el movimiento en pro del aborto argumenta que el feto es parte del cuerpo de la mujer (falso; está dentro de su cuerpo pero no forma parte de él) y que la mujer tiene derechos sobre su cuerpo (cierto; pero no aplicable al caso del cuerpo del feto). Por tanto, dicen los defensores del aborto, que quien se opone al aborto niega los derechos de la mujer (esto es, lisa y llanamente, una injuria y discriminación hacia quienes defienden la vida).

     Hay algunas palabras clave en las argumentaciones proabortistas. Al utilizar los términos “cuerpo” y “derechos” de la mujer disfrazan su causa como una lucha por reivindicaciones justas que deberían ser apoyadas por la comunidad.

     Esta manipulación de ideas no es coercitiva, puesto que se vale de la inconsciente complicidad de la víctima que cae bajo el influjo disuasivo de quienes la practican, los cuales se valen de discursos y acciones sociales y educativas que, por repetitivas, terminan por implantarse en el colectivo como valores o verdades colineales con el “sentido común”, llegando a parecer “naturales” por causa de su omnipresencia . Así, quienes son manipulados creen que las ideas, sentimientos y valores que se siembran en sus mentes son el resultado de su propia convicción alcanzada en el uso de su capacidad racional y de su legítimo albedrío. Ese “lavado de cerebro” logra que las víctimas incorporen como suyas las argumentaciones tergiversadas de quienes pretenden sacar provecho de esa distorsión que predican. Logran así que las personas manipuladas lleguen a defender como propias las ideas implantadas y que rechacen cualquier argumentación que las contraríe.

     De esta manera, tenue y sostenidamente, la desinformación ha ido logrando sustituir valores por antivalores. Como lo expresó Isaías:

“¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”5

     Ejemplos similares se pueden encontrar en las argumentaciones de los defensores de la eutanasia (se trata, según ellos, de un acto de piedad); en quienes pretenden equiparar la unión homosexual con el matrimonio al llamarla matrimonio igualitario ( dos términos de amplia aceptación popular no aplicables al caso pero utilizados para manipular a favor de su causa); o en quienes favorecen la liberación del consumo de algunas drogas ilegales (¡qué contrasentido: el concepto de libertad asociado a la esclavitud de las drogas!).

     Una sociedad sin Dios semeja al navegante que ha perdido su brújula en medio del océano y es incapaz de hallar forma alguna de guiarse en su derrotero. A falta de Dios, buena parte de las sociedades se rigen por la voluntad de las mayorías. El ateísmo y la inmoralidad hallan campo fértil bajo esa coyuntura si la sociedad pierde sus valores fundamentales. El hecho de que las sociedades modernas hayan dado la espalda a Dios y se rijan principalmente por la ley de las mayorías en prácticamente todos sus asuntos más importantes, da pie para que sean fácil presa de la manipulación, como hemos visto más arriba.

     Pero la verdad divina no se inclina ante las mayorías aún cuando éstas se le opongan. “La verdad de Dios (sigue) adelante valerosa, noble e independientemente”6 pues, como lo expuso el Presidente Spencer W. Kimball, “ la aceptación social no cambia la categoría de un acto, tornando lo malo en bueno”7.

     En el sueño de Lehi, “un edificio grande y espacioso que parecía erguirse en el aire, a gran altura de la tierra... estaba lleno de personas, tanto ancianas como jóvenes, hombres así como mujeres; y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que habían llegado hasta el fruto y estaban comiendo de él... (Y algunos de los) que hubieron probado del fruto, se avergonzaron a causa de los que se mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron”8.

     Un ángel enseñó a Nefi que aquel edificio grande y espacioso representaba “el mundo y su sabiduría”9 y “el orgullo del mundo”10. Lehi vio también en su sueño a “multitudes que se dirigían a tientas hacia el grande y espacioso edificio. Y aconteció que muchos se ahogaron en las profundidades de la fuente; y muchos otros desaparecieron de su vista, desviándose por senderos extraños. Y grande era la multitud que entraba en aquel singular edificio. Y después de entrar en él ... señalaban con dedo de escarnio ... a los que participaban del fruto”11.

     Tal vez muchos de nosotros nos sintamos suficientemente fuertes como para resistir estos embates, porque como Pablo, “no (nos) averg(onzamos) del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”12. Pero debemos estar firmes y alertas. Las artimañas de quienes se oponen a la causa del Señor también apuntan contra aquellos que tienen un testimonio de Su obra. De ello trataremos en nuestro siguiente artículo.

 

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1) 2 Corintios 11:14-15
2) Mateo 24:11
3) Mateo 24:24
4) Véase Alma 12:3-6
5) Isaías 5:20
6) Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, págs. 149–150
7) El Milagro del Perdón, pág. 82
8) 1 Nefi 8:26-28
9) Ibid. 8:35
10) Ibid. 8:36
11) 1 Nefi 8:31-33