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Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. (Prov. 23:7)


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MENSAJES SUD

             

(27) EN LA ERA DE LA DESINFORMACIÓN (II)

02 de febrero de 2013


     Nos hemos referido en el artículo anterior a la desinformación como un mal presente en nuestras sociedades y ante la cual debemos estar “firmes y alertas”, pues tiende a confundir “si fuere posible, aun a los escogidos”1.

     La desinformación se diferencia de la mentira en que esta última no engaña a quien conoce la verdad. En cambio, la desinformación tiende a presentarse de una manera persuasiva, pareciendo confiable mas buscando desviar al sujeto de las fuentes de la verdad, disuadiéndole a obrar en favor de los intereses de quien desea manipularle.

     La desinformación suele venir acompañada de porciones de verdad que le otorgan credibilidad pero no legitimidad. Apela a la lisonja para distraer. Busca desacreditar cualquier idea o persona que se le oponga. Se vale de las emociones, pasiones o impulsividades del individuo para inducirlo a actuar sin reflexionar seriamente acerca del mensaje. Recurre a adjetivaciones exageradas, y frecuentemente suele valerse de asociaciones con ideas o conceptos que cuentan, de antemano, con la simpatía mayoritaria de la sociedad. Por ejemplo, es común que maneje términos como justicia, derechos, salud, paz, éxito, igualdad, etc., inmersos en eslóganes que promueven cambios de conducta que contravienen las normas establecidas por Dios para la verdadera felicidad de Sus hijos o, en el mejor de los casos, empobrecen la mente, el cuerpo o el espíritu del hombre.

     La persistencia en repetir su mensaje y la pretendida aceptación universal de su contenido producen un efecto acumulativo en el receptor, que por lo general, tiende a rendirse ante la supuesta aprobación mayoritaria de las masas.

     Por último, la desinformación recurre a “eufemismos”2 para fortalecer sus propósitos, reemplazando expresiones que podrían encontrar resistencia en en ser aceptadas por otras que las vacían de todo contenido emocional y tergiversan su significado. Algunos ejemplos pasan por utilizar la frase “interrupción voluntaria del embarazo” en lugar de “aborto”, “matrimonio igualitario” en lugar de “unión homosexual”, “unión libre” en lugar de “concubinato”, y así sucesivamente.

     No es preciso pensar en situaciones extremas para observar el fenómeno de la desinformación obrando entre nosotros. Cualquiera de nosotros puede estar en su mira, pues ella está extendida en muchos ámbitos de la sociedad, a veces meramente con fines comerciales. En lo que respecta al ámbito espiritual, aunque nos mantengamos fieles a nuestro testimonio, podemos vernos enfrentados bajo la influencia de esa manipulación sin tomar consciencia total de su alcance.

La Palabra de Sabiduría

     Cuando José Smith recibió la Palabra de Sabiduría, muchos santos estaban atados a hábitos y prácticas que les dañaban sin tener conciencia del peligro al que quedaban expuestos. La revelación dada al Profeta, como lo señala su nombre, apunta a dotarnos de la sabiduría necesaria para conservar nuestra salud física y espiritual a pesar de “de las maldades y designios que existen y que existirán en el corazón de hombres conspiradores en los últimos días”3.

     Buena parte la sección 89 es un código de salud para los santos, donde se nos amonesta a basar nuestra alimentación en los consejos del Señor y abstenernos de ciertas sustancias que no son buenas “para el cuerpo ni para el vientre”4.

     Lo que en 1833 se podía explicitar con una simple lista de nutrientes y bebidas, hoy demandaría una compleja e interminable enumeración de sustancias y aditivos alimenticios que no cesa de crecer.

     Afortunadamente, el Señor enseñó principios en lugar de limitarse a una lista de sustancias permitidas o prohibidas. Nos ha dado la guía del Espíritu Santo y también nos ha amonestado a buscar palabras de sabiduría de los mejores libros5.

     Obviamente, como santos, debemos tener la prudencia suficiente como para mantenernos alejados de las bebidas alcohólicas, el tabaco y las drogas. Pero, ¿estamos protegiendo debidamente la salud de nuestro cuerpo? ¿Estamos evitando ingerir sustancias perniciosas para nuestra salud, o caemos en el consumo de productos de dudoso valor presentados bajo llamativos colores vivos, sabores pronunciados y texturas apetitosas logradas a base de aditivos, saborizantes y colorantes artificiales entremezclados con un marketing inescrupuloso?

     ¿Qué tan saludable es nuestra dieta? Si realmente nos preocupa nuestro estado de salud (y así debiera acontecer), convendría que revisásemos periódicamente lo que comemos y bebemos a la luz de la Palabra de Sabiduría, para no ser víctimas de la desinformación que (más de lo que pensamos)̶ se esconde tras la avalancha de propaganda que nos rodea dentro el mercado alimentario. Nuestro cuerpo es el templo de Dios6 y no deberíamos profanarlo con lo que no resulta bueno “para el cuerpo ni para el vientre”.

La observancia del Día de Reposo

     En esta última dispensación, El Señor ha resaltado la importancia del día de reposo al afirmar:

“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo...
“porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo;
“... recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo...
“Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea cabal.”7

     Este mandamiento es una gran bendición, pues su cumplimiento nos acerca a nuestro Padre Celestial y permite que a través de la ordenanza de la Santa Cena, renovemos nuestros convenios con Él y busquemos tener siempre Su espíritu con nosotros8.

     El mundo nos enseña, en cambio, que el día domingo es el día de la familia, el del reparador descanso y el del merecido entretenimiento que nos libera del estrés de una semana de labor. Es el día en que se brindan los mejores espectáculos, el día de nuestros deportes favoritos, el de las mejores películas por cable, el de realizar las compras en el supermercado, el del diario más completo de la semana, etc. Por tanto, tenemos el derecho a sacarle el máximo provecho.

     No es así. Eso es desinformación flagrante. El domingo es el día del Señor y como santos que nos preciamos de ser, debemos vivirlo conforme a Su voluntad.

     El presidente Spencer W. Kimball señaló en una ocasión:

“En gran parte, nos hemos convertido en un mundo de infractores del día de reposo...Para muchos, el quebrantamiento del día de reposo no tiene ninguna importancia, pero para nuestro Padre Celestial es la desobediencia a uno de sus mandamientos principales...

“No se critica el recreo legítimo: los deportes, los paseos campestres, las obras teatrales y las películas, todo ello lleva en sí el potencial para dar nueva vida, y la Iglesia patrocina con entusiasmo tales actividades. Pero hay un tiempo y lugar adecuados para todas las cosas valederas: tiempo para trabajar, tiempo para jugar, tiempo para adorar...

“Es un día santo en el que se deben hacer cosas dignas y santas: la abstinencia del trabajo y el recreo es importante, pero no lo es todo; el día de reposo requiere pensamientos y acciones constructivas, y si uno simplemente holgazanea sin hacer nada de provecho, lo está quebrantando. A fin de observarlo, uno debe arrodillarse en oración, preparar lecciones, estudiar el evangelio, meditar, visitar a los enfermos y necesitados, escribir cartas a los misioneros, dormir una siesta, leer material favorable y asistir a las reuniones de la Iglesia.”

     Vale la pena que reflexionemos qué tanto nos estamos esforzando por honrar el día de reposo para “más íntegramente conservarnos sin mancha del mundo”9.

Enfrentando la secularización de la sociedad

     El término «secularización» refiere, en este caso, al debilitamiento o pérdida de influencia de la religión en la cultura de la sociedad. Refleja una degradación de la importancia de los valores religiosos y morales frente a la pérdida de valores que se viene asentando en las sociedades modernas.

     Este fenómeno viene acompañado de una intensa campaña que procura desterrar toda referencia a Dios de la sociedad civil. Abarca todas las áreas de la cultura y se ha infiltrado en la educación, los medios de información, el arte y las más variadas actividades del quehacer humano.

     Se ha presentado como un progreso reafirmativo de la laicidad, la libertad de cultos, el respeto a los derechos humanos y a los de las minorías (entre las cuales alegremente festeja sus “éxitos pasajeros” el ateísmo).

     Hablar de Dios en público o referirse públicamente a los valores que promueve el cristianismo, se han convertido en una especie de acción proscrita socialmente, salvo que se limite al entorno de una iglesia o en el seno de un movimiento religioso. Condenada al silencio, la ausencia de la influencia cristiana en la sociedad ha dado lugar al crecimiento de todo tipo de antivalores que, librando al hombre natural de ataduras, lo han vuelto popular y respetado. Al mismo tiempo, se ha dicho que esta secularización cuenta con la aprobación mayoritaria de la sociedad; cosa extraña, pues el ateísmo sigue siendo una minoría10.

     Esto no es novedoso. Pablo lo enfrentó en sus días y exclamó: “Porque no me a avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree...”11

     En un mundo cómplice con esta secularización, ¿podemos “abrir (nuestra) boca y declarar (Su) evangelio como con voz de trompeta”12 como lo pidió el Señor a Oliverio Cowdery?¿Podemos llegar a “ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que estuvié(remos), aun hasta la muerte”13 o nos invadirá el temor de ser rechazados por causa de nuestro testimonio?

     Contrariamente contrariamente a lo que espera el mundo, Jesús nos recuerda lo que desea de nosotros con estas palabras:

“Y ahora bien, he aquí, te digo que lo que será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo, a fin de que traigas almas a mí, para que con ellas reposes en el reino de mi Padre. Amén.”14

La vulgarización del amor

     La desinformación ha abierto muchos otros frentes en esta batalla que libra contra los propósitos de Dios. El valor del trabajo y la autosuficiencia, la importancia del esfuerzo individual como motor del progreso personal, el uso adecuado de las tecnologías modernas y su relación con la administración del tiempo (internet y redes sociales), el valor de la familia como base de la sociedad y el valor del matrimonio como institución social, la bondad y el respeto dentro del hogar, los roles del hombre y la mujer... en todos estos aspectos de la vida humana se percibe el insidioso accionar de las fuerzas disolventes que adversario inspira. Al decir del élder Boyd K. Packer, “la brecha que existe entre la Iglesia y el mundo... es más amplia en esta época que en cualquier otra generación anterior”15.

     Existe aún otro frente donde el enemigo ha cargado sus baterías con saña, sabiendo que en ese frente se libra gran parte de la salvación o la destrucción del alma de los hijos de Dios. Dado que el amor está en la esencia de nuestra relación con la Trinidad , y que el amor es la fuerza impelente hacia la verdadera felicidad de la familia humana, qué mejor que desinformar a los hombres y mujeres acerca de la naturaleza y significado del amor que debieran profesarse entre sí y para con Dios.

(continuar)

 

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1) Mateo 24:24
2) eufemismo: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.” Diccionario de la Real Academia Española.
3) Doctrina y Convenios 89:4
4) Ibid. vers 7-9
5) Doctrina y Convenios 109:7
6) Véase 1 Corintios 3:16-19
7) Doctrina y Convenio 59:9-10,12-13
8) Doctrina y Convenios 20:77, 79
9) Spencer W. Kimball, “El día de reposo, un placer”, Liahona, julio de 1978
10) Según un reciente estudio internacional hecho por Gallup en 57 países, en promedio, el 13% de su población se identifica como atea, mientras que el 23% se considera como no religiosa. (Fuente: Wikipedia, artículo “Demografía_del_ateísmo”).
11) Romanos 1:16
12) Véase Doctrina y Convenios 24:10-12
13) Mosíah 18:9
14) Doctrina y Convenio 16:6
15) Boyd K. Packer, “Musica digna, pensamientos dignos”, Liahona abril 2008, pág. 34